lunes, 24 de noviembre de 2008

La cultura del ahora

Mucho ha cambiado el instituto desde mi época, allá por el año 1995, cuando lo dejé. Muchísimo, y es que parece que en relativamente tan poco tiempo la sociedad ha cambiado de una forma notable. Por aquél entonces la mayoría de la gente se tomaba en serio los estudios. Desde pequeños nos habían dicho ‘estudia, si quieres ser alguien de provecho… estudia si no quieres acabar como tu padre trabajando de albañil’. Formarse parecía una obligación para eludir tener una vida llena de trabajo y sufrimiento. Y eso hicimos, la mayoría de nosotros. Aunque parezca poco tiempo, los medios de comunicación entonces no lo eran tanto como ahora, claro que había televisión pero no parecía ejercer tanta influencia sobre nosotros y no teníamos acceso a otros medios como Internet o similar. La cultura del ahorro y el esfuerzo estaban instaurados en nuestra forma de ser como el mejor medio para conseguir los objetivos. Ahora todo eso ha cambiado. El informe PISA sitúa a España, y particularmente a Andalucía, en la cola de resultados académicos. ¿Cuál es la causa de esta situación? Sería muy fácil echar la culpa a los alumnos pero la realidad es que se trata de un fracaso de nuestra sociedad. Para empezar, muchos de los que ahora estudian miran hacia delante y ven a la gente que, como nosotros, se esforzó en conseguir una carrera, se llevó años y años de esfuerzo estudiando para finalmente tener qué: un trabajo precario, un sueldo ajustado, dificultades para emanciparse… El modelo que tanto nos vendieron nuestros mayores parece no haber funcionado como se esperaba. ¿Y qué otros referentes tienen los escolares de hoy como éxito? Pues futbolistas, concursantes de programas de TV, gente de la farándula. En general, personas que han conseguido su estatus, ganar grandes cantidades de dinero, fama y reconocimiento a base de otro tipo de méritos, más o menos discutibles, pero que poco o nada tienen que ver con los estudios. Ven que gente que se dedica a actividades de las que nuestros padres trataban de alejarnos ganan fácilmente el doble o más de lo que lo hacen aquellos que tantos años se han llevado formándose. Todo esto unido a una cultura de la inmediatez, lejano parece ya el tiempo en el que la gente comenzaba ahorrando hasta poder conseguir lo que quería. Ahora lo queremos todo ya, queremos tener el mejor coche, la mejor ropa, los mejores viajes y todo al instante. ¿Cómo conecta esta cultura con estudiar una formación, una carrera, con el tiempo mismo? Fácil, no lo hace. Y muchos jóvenes lo perciben así. No quieren llevarse 5 años (en el mejor de los casos) estudiando una carrera que les permita obtener un sueldo de 1.000 euros al mes porque eso ya lo pueden conseguir trabajando en cualquier puesto no cualificado actualmente. No quieren tener que ir en el autobús a todos sitios cuando pueden comprarse a crédito el último modelo de coche. Es difícil encontrar la motivación para esforzarse y estudiar cuando los modelos que nos venden poco o nada tienen que ver con ello, cuando a tu alrededor ves gente que se ha esforzado tanto, y sigue haciéndolo, sin obtener apenas resultados. De facto, no existe una recompensa clara a todo lo invertido y eso lleva a muchos jóvenes actualmente a plantearse si merece la pena. Ante la falta de expectativas muchos deciden abandonar el esfuerzo e instaurarse en la cultura de la inmediatez: me busco un trabajo que me dé ingresos inmediatos, satisfago mis necesidades básicas con ello, vivo el presente. Muchos de ellos para evadirse de los problemas, la frustración que genera la falta de expectativas y la incertidumbre del futuro se sumergen en disfrutar el momento sin pensar en nada mas, abuso de drogas (legales o no) y en definitiva a escapar de una realidad que no les convence y de un futuro en el que pocos creen. El fracaso de los estudiantes de hoy en día es un fracaso de todos, de una sociedad que no ha sido capaz de inculcar unos valores, que no ha sido capaz de responder a unas expectativas, de una sociedad que ha sido ineficaz a la hora de encontrarles un hueco, de ofrecerles alternativas. Todo parece muy distinto ahora, el modelo ha cambiado mucho y la educación no parece estar en su mejor momento fruto de todos los cambios. Imaginaos un centro educativo lleno de chavales con esta forma de ver la vida, con esta visión del presente y del futuro. Ahora imaginaos a los docentes que se enfrentan cada día a ellos, muchos con una edad similar a la mía que venían de una cultura del esfuerzo, del ahorro… El choque es inevitable. Ante esta situación los formadores pueden plantearse dos alternativas: o instaurarse en la rutina o hacerlo en la innovación. El camino fácil es el primero, siendo profesor, funcionario, sueldo fijo, seguro… ¿qué necesidad real tiene de luchar cada día por motivar a un grupo de gente que, por lo general, no tiene interés en lo que se le ofrece? No lo hace, simplemente se dedica a llegar, soltar ‘su rollo’ e irse. Si alguien lo escuchó bien, sino también. El docente desconecta de la realidad, de un medio hostil, y se sumerge en su burbuja de autocomplacencia. Pero muchos de ellos no seguirán esta alternativa, tomaran la segunda opción que es instaurarse en la innovación. Intentar buscar alternativas que motiven al alumnado, luchar contra un medio por lo general difícil, poco receptivo y poco motivado, para intentar ilusionarlos, inculcarles la cultura del esfuerzo y la consecución de objetivos. Este camino no es nada fácil, ya que supone un esfuerzo importante por parte del docente que para empezar no se le exige, suele requerir mucho tiempo extra y lo hace contra un medio complejo. Y cuando pones mucho de tu parte en algo y no ves resultados, ves que el alumnado en general no está interesado en lo que se le ofrece porque su forma de pensar, su cultura, lo que le venden nada tiene que ver con eso…. desmotiva. Y fruto de esa frustración llegan las bajas. El 23% de las actuales bajas de docentes vienen motivadas por problemas depresivos. ¿Quién creéis que sufren estas depresiones: los rutinarios o los innovadores? Principalmente los segundos, y es que no debe ser nada fácil intentar desarrollar su trabajo en un ambiente tan desfavorable. La vida ha cambiado mucho, y no me siento tan mayor pero cuando veo a los actuales adolescentes, me siento muy alejado de su forma de ver las cosas, de pensar y actuar. ¿Cómo puede haber cambiado tanto en tan poco tiempo?

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